Por Osvaldo Reyes
Cuando una emergencia golpea con la crudeza de lo inesperado, lo primero que esperamos —y necesitamos— es que las instituciones respondan. Y lo hicieron. Equipos de rescate, personal médico, cuerpos de seguridad y logística trabajaron con una eficacia que merece ser reconocida. En medio del desastre, quedó claro que el sistema respondió. Ellos no son héroes anónimos: tienen nombre, historia y un compromiso inquebrantable con su labor.
Sin embargo, fuera de la zona de cero, se libró otra batalla, menos visible pero igualmente peligrosa: la que ocurre en las pantallas. Mientras algunos arriesgaban la vida para salvar otras, no faltaron quienes aprovecharon el caos para difundir rumores, imágenes falsas y teorías sin base, todo con un fin claro: conseguir likes y atención.
Las redes sociales, que pueden ser aliadas en momentos críticos, también amplifican el ruido. Y en esa distorsión, muchos se olvidan de algo esencial: el dolor ajeno no es contenido. La tragedia no es una oportunidad para ganar seguidores ni una excusa para disfrazar la irresponsabilidad de “libertad de expresión”.
Afortunadamente, hubo consecuencias rápidas. Las autoridades actuaron contra quienes, de forma deliberada, desinformaron para obtener rédito personal. Y aunque algunos intenten presentar estos actos como censura, se trata en realidad de un mínimo acto de justicia informativa.
Hoy más que nunca, compartir con responsabilidad es una obligación. Confirmar antes de publicar, citar fuentes confiables y respetar el sufrimiento de los demás debería ser lo mínimo exigible, tanto a periodistas como a cualquier ciudadano con acceso a un botón de «compartir».
La reciente publicación de un estudio que detalla más de un centenar de formas en que opera la desinformación nos deja una lección clara: no basta con indignarse, hay que actuar con criterio.
La tragedia del Jet Set ha sido un golpe emocional para el país. Pero también una advertencia: si no cuidamos la información, el daño no termina con el desastre, sino que se prolonga en cada publicación irresponsable.