BUDAPEST, HUNGRÍA. – Una tendencia social emergente está captando la atención de científicos y sociólogos: el aparente reemplazo de bebés por perros. Un estudio reciente, publicado en la revista European Psychologist y realizado por las investigadoras Laura Gillet y Enikő Kubinyi de la Universidad ELTE Eötvös Loránd de Budapest, analiza este fenómeno y su posible relación con la caída global de las tasas de natalidad.
En países como el Reino Unido, los índices de fertilidad han alcanzado mínimos históricos. En 2023, el promedio era de 1.44 hijos por mujer, con 591,072 nacimientos vivos, la cifra anual más baja desde 1977, según Science Focus. Paralelamente, la tenencia de perros ha visto un aumento significativo, especialmente entre las generaciones más jóvenes, como los millennials.
El vínculo humano-perro desde la ciencia
Las especialistas Gillet y Kubinyi argumentan que los humanos poseen un instinto evolutivo de cuidado, mientras que los perros, tras miles de años de domesticación, han desarrollado características que activan estos comportamientos. Las personas se sienten atraídas por rasgos faciales infantiles como ojos grandes y frentes altas, características que muchos perros comparten gracias a la «paedomorphosis», la retención de apariencia juvenil hasta la edad adulta.
Un análisis de neuroimagen, citado por Science Focus, demostró que cuando las madres miraban a sus perros, se activaban redes neuronales similares a las que se activan al mirar a sus hijos humanos, especialmente en regiones cerebrales relacionadas con la experiencia de recompensa. Otra investigación encontró que la oxitocina, una neurohormona asociada con el vínculo afectivo, aumentaba en los dueños cuando miraban a los ojos de sus perros, similar a las interacciones madre-hijo.
Patrones de Apego y «Puppy Blues»
Los psicólogos han identificado que los perros forman vínculos estrechos con sus dueños que coinciden con las categorías de apego (seguro, inseguro) observadas en humanos, influenciados por el estilo de cuidado de sus dueños. Los perros perciben a sus dueños como un «refugio seguro», concepto central en la teoría del apego, activando un sistema de protección en los humanos que genera una sensación de recompensa emocional similar a la que experimentan los padres con sus hijos.
Existe evidencia de que los dueños de perros pueden experimentar algo similar al «baby blues», conocido como «puppy blues«. Un estudio de 2024 sugirió que los dueños de cachorros pueden sufrir sentimientos de tensión emocional, ansiedad por la responsabilidad y dificultades para adaptarse a los cambios.
Factores sociales y capacidades cognitivas de los perros
La revisión científica también sugiere que muchos dueños de perros adoptan naturalmente patrones de crianza que reflejan los de los padres reales: permisivos, autoritarios o autoritativos, desarrollando rutinas y estableciendo límites para sus mascotas.
La psicóloga Małgorzata Szcześniak, en su investigación sobre la paternidad retrasada, señaló que la incertidumbre económica, la inestabilidad política, el cambio climático y los conflictos globales son factores clave. Muchas personas no están seguras de si ser buenos padres es suficiente para proteger a un hijo de los desafíos futuros. En contraste, las mascotas pueden ser protegidas con mucha más facilidad de esas amenazas externas.
Gillet y Kubinyi destacaron que los perros son notablemente inteligentes, con capacidades cognitivas comparables a las de un niño de 2 a 2.5 años. Demuestran una firme comprensión de la permanencia de objetos, distinguen formas y colores, y utilizan estas capacidades para interactuar emocional y socialmente con las personas.
¿Más felicidad con perros que con bebés?
La felicidad de los dueños de perros y padres humanos varía según factores personales, sociales y económicos. La paternidad parece traer una penalización temporal a la felicidad, con una disminución en la alegría durante los primeros años debido a las exigentes demandas.
En cuanto a los dueños de perros, las observaciones muestran resultados mixtos. Una revisión sistemática de 54 estudios encontró que solo el 31% mostró un impacto claramente positivo en la calidad de vida, frente a un 9% con impacto negativo. Estos hallazgos mixtos probablemente se deben a los desafíos emocionales de ser dueño de un perro, incluyendo las demandas de cuidado y las preocupaciones por su seguridad. Se ha observado que los dueños de perros ancianos, en particular, pueden encontrar en sus compañeros caninos un alivio significativo para la soledad.