La muerte o la renuncia de un papa es un hecho trascendental que sigue un protocolo estricto en el Vaticano. Tanto un fallecimiento como una dimisión marcan el inicio de un delicado proceso organizado que combina tradición, simbolismo y gestión estratégica. Este protocolo, conocido como Sede Vacante, garantiza la continuidad en la Iglesia Católica y la preparación para la selección de un nuevo Pontífice.
El inicio de la Sede Vacante
Cuando un Papa fallece o renuncia, comienza el período conocido como Sede Vacante. Durante este tiempo, no hay líder en la Iglesia Católica y sus funciones pasan temporalmente al Cardenal Camarlengo, quien tiene un rol fundamental en la transición. En el caso de un fallecimiento, él verifica el deceso llamando al Papa por su nombre de bautismo y, tradicionalmente, golpeando suavemente su cabeza con un martillo de plata. Si no hay respuesta, se declara oficialmente muerto.
En caso de renuncia, el Papa presenta una carta formal en la que expresa su voluntad de dimitir. Este documento no necesita ser aprobado por ninguna autoridad, ya que el Pontífice tiene plena potestad para tomar esta decisión. Un ejemplo reciente es la histórica renuncia de Benedicto XVI en 2013, que marcó un precedente moderno para este tipo de transición.
La comunicación oficial al mundo
Una vez confirmada la muerte o renuncia del Papa, la noticia se comunica oficialmente a través del Cardenal Vicario de Roma. Este mensaje, solemne y directo, se anuncia no solo a los fieles, sino al mundo entero. Se suspenden las audiencias papales y se sellan los aposentos del Pontífice, simbolizando el fin de su mandato.