En un Domingo de Resurrección cargado de simbolismo y emotividad, el papa Francisco envió un mensaje de consuelo y fe desde su convalecencia por una infección respiratoria. Aunque no presidió la misa, su homilía fue leída por el cardenal Angelo Comastri ante una plaza de San Pedro repleta de fieles.
«Él está vivo y permanece siempre con nosotros, llorando las lágrimas de quien sufre y multiplicando la belleza de la vida en los pequeños gestos de amor de cada uno de nosotros», escribió el pontífice en su mensaje pascual, centrado en la presencia de Cristo en el sufrimiento cotidiano y en la esperanza que representa su resurrección.
Francisco instó a los creyentes a no buscar a Jesús «en aquel sepulcro», sino «en la vida, en el rostro de los hermanos, en lo cotidiano». A su vez, advirtió sobre el riesgo de instalarse en una fe cómoda, llamando a “ver más allá, para descubrir a Jesús”, e invitando a no dejarse atrapar por las ilusiones del mundo ni por la tristeza, sino a «correr, llenos de alegría».
A pesar de su estado de salud, el Papa tiene previsto asomarse al balcón central de la basílica de San Pedro para impartir la tradicional bendición Urbi et Orbi, uno de los momentos más significativos del calendario litúrgico cristiano.
En la víspera, sorprendió al acudir brevemente a la basílica de San Pedro para rezar antes de la Vigilia Pascual, donde saludó con afecto a un grupo de peregrinos estadounidenses. Su única participación presencial durante esta Semana Santa fue el Jueves Santo, cuando visitó la cárcel romana de Regina Coeli para saludar a los reclusos, un gesto que ha mantenido como tradición desde el inicio de su pontificado.
Consultado por los medios sobre cómo vivía estos días santos en medio de su delicado estado de salud, Francisco respondió con humildad y franqueza desde su coche: «La vivo como puedo», dejando ver el compromiso que mantiene con su misión pastoral pese a las limitaciones físicas.