PAÍSES BAJOS. – Mientras muchas naciones lidian con el hacinamiento carcelario, los Países Bajos están viviendo una realidad opuesta: están cerrando prisiones debido a la constante disminución de su población reclusa. De hecho, el país ya está alquilando sus celdas vacías a naciones como Noruega y Bélgica.
Un ejemplo de esta situación es la cárcel de Norgerhaven, al norte del país, que actualmente aloja a 242 presos noruegos porque no hay suficientes reclusos holandeses para llenar sus celdas. «Aquí no se habla noruego», bromea Frank Hogterp, jefe de la prisión, mientras recorre pasillos casi vacíos.
Reinserción y castigos cortos: Claves del éxito
En menos de una década, la cantidad de presos en los Países Bajos disminuyó un 45%. Este notable descenso se atribuye a un sistema judicial que prioriza la reinserción social, la imposición de castigos cortos y la aplicación de multas económicas, en lugar de las tradicionales y prolongadas penas de prisión. La búsqueda de ahorro en el sistema penitenciario también ha sido un factor influyente.
Hasta 2004, los Países Bajos enfrentaban el mismo problema de sobrepoblación carcelaria que muchos países europeos. Sin embargo, un cambio de enfoque transformó la situación. Desde entonces, ya han cerrado ocho cárceles y tienen planes de clausurar veinte más en los próximos años.
El caso holandés demuestra que es posible reducir el número de presos sin que esto signifique un aumento en la criminalidad. Este modelo de justicia, más centrado en la reeducación que en el castigo, ofrece una perspectiva diferente sobre cómo abordar los desafíos penitenciarios.