TEHERÁN, IRÁN. – A unos 90 kilómetros al suroeste de Teherán, cerca de la ciudad santa de Qom, se ubicaba Fordow, la planta de enriquecimiento de uranio que Estados Unidos asegura haber destruido en un reciente ataque. Esta instalación, enterrada a ochenta metros de profundidad y protegida por roca sólida y concreto armado, representaba la pieza más difícil y defensiva del rompecabezas atómico de Irán.
Fordow no fue diseñada para la diplomacia, sino para resistir. Su existencia, mantenida en secreto durante años, fue revelada en 2009 por una declaración conjunta de Estados Unidos, Reino Unido y Francia, que acusó a Irán de construir en secreto una instalación «incompatible con fines pacíficos». La condena internacional fue inmediata, con críticas de Rusia y advertencias de China. Sin embargo, Teherán se mantuvo firme. «Lo que hicimos fue completamente legal», declaró en su momento el presidente Mahmud Ahmadinejad. «¿Qué les importa decirnos qué hacer?».
El ataque confirmado por Trump y la resurrección de Fordow
Este sábado, no obstante, la planta fue destruida por el Ejército de Estados Unidos. «Hemos completado nuestro exitoso ataque a los tres sitios nucleares en Irán, incluyendo Fordow, Natanz y Esfahan«, indicó el presidente estadounidense Donald Trump en la red social Truth. El jefe de Estado señaló que durante la misión aérea, que se había previsto para estos días, «una carga completa de bombas fue lanzada en el sitio principal, Fordow».
Durante el acuerdo nuclear de 2015 —el Plan de Acción Integral Conjunto (JCPOA)—, Irán se había comprometido a reconvertir Fordow en un centro de investigación, limitar sus centrifugadoras y suspender el enriquecimiento de uranio por 15 años, permitiendo una mayor supervisión internacional. Sin embargo, cuando Estados Unidos se retiró del pacto en 2018 bajo la presidencia de Donald Trump, el equilibrio se rompió e Irán retomó sus actividades, volviendo Fordow a la operatividad.
Aceleración del enriquecimiento y el desafío de la penetración
Después de un ataque contra la planta de Natanz en 2021, atribuido por Teherán a Israel, Irán aceleró sus operaciones en Fordow. Las centrifugadoras comenzaron a enriquecer uranio al 60%, un nivel muy por encima del umbral permitido para fines civiles y peligrosamente cerca de la pureza necesaria para fabricar armas nucleares. Según el Instituto de Ciencia y Seguridad Internacional (ISIS), Fordow podría producir 25 kilogramos de uranio apto para armas en apenas dos o tres días. Con el stock total de uranio altamente enriquecido —estimado en más de 400 kilogramos por el OIEA en mayo—, Irán podría fabricar suficiente material para nueve armas nucleares en tan solo tres semanas.
Las defensas antiaéreas de Fordow y su diseño profundamente defensivo, con salas de centrifugación selladas en el interior de la montaña, la hicieron un objetivo formidable. Ninguna bomba convencional del arsenal israelí tiene la capacidad de penetrar tanta profundidad. La única opción viable era la GBU-57 A/B estadounidense, una bomba de 14 toneladas con guía de precisión, capaz de perforar hasta 60 metros de concreto antes de detonar. Esta arma solo puede ser lanzada desde un bombardero B-2 Spirit, del cual solo dispone la Fuerza Aérea de Estados Unidos. Estos mismos bombarderos fueron desplegados hacia el Pacífico por Washington este sábado.
Anteriormente, había habido un ataque, aunque con daño limitado. Imágenes satelitales indicaron que las defensas aéreas alrededor de Fordow fueron impactadas, pero la estructura principal se mantuvo prácticamente intacta. La planta de Natanz, por su parte, sufrió un corte eléctrico grave en 2021 que pudo haber inhabilitado temporalmente sus centrifugadoras. Este reciente ataque con el B-2 Spirit representa un intento de daño mucho más severo y definitivo contra el corazón del programa nuclear iraní.