La Capilla Sixtina fue cerrada este domingo en el Vaticano para dar inicio a los preparativos del próximo cónclave, el proceso solemne y secreto en el que los cardenales elegirán al sucesor del Papa Francisco, fallecido el pasado 21 de abril a los 88 años.

El cierre del emblemático recinto ocurre mientras continúa el período oficial de luto de nueve días, que culminará entre el 5 y el 10 de mayo, fecha en la que se espera que comience el cónclave, conforme lo establece la ley eclesiástica.

La preparación de un escenario sagrado

Entre los trabajos preparatorios destaca la instalación de la estufa especial, donde se quemarán las papeletas de votación que indicarán mediante humo negro o blanco el resultado de las votaciones.

El cierre temporal de la Capilla también marca un momento histórico: los últimos visitantes del domingo se sintieron privilegiados al presenciar el arte de Miguel Ángel antes del proceso que definirá el rumbo de los 1,400 millones de fieles de la Iglesia católica.

“Nos sentimos muy afortunados de poder ser el último grupo de visitantes en entrar hoy”, dijo Sumon Khan, turista estadounidense.

Un ritual de siglos: el cónclave

Cuando llegue el momento, los cardenales de todo el mundo, vestidos con túnicas rojas, desfilarán hacia la Capilla Sixtina entonando la Letanía de los Santos.

Una vez reunidos, jurarán secreto absoluto y las puertas de la capilla serán cerradas con la tradicional orden «extra omnes» («todos fuera»), dando paso al proceso de votación.

Cada jornada de votaciones será seguida de una señal para el mundo:

• Humo negro: no se ha logrado la mayoría de dos tercios.

• Humo blanco y repique de campanas: un nuevo papa ha sido elegido.

¿Qué rumbo tomará la Iglesia?

La elección será decisiva: ¿continuarán los cardenales la senda de reformas progresistas impulsadas por Francisco, centradas en los pobres, los marginados y el medio ambiente? ¿O volverán a un estilo más conservador, similar al de Benedicto XVI, enfocado en la defensa estricta de la doctrina?

Todo bajo la mirada de los frescos inmortales de Miguel Ángel, especialmente La Creación de Adán, que acompañarán la meditación de los purpurados en uno de los eventos más trascendentales de la Iglesia católica.