La escena judicial de ayer en el Palacio de Justicia de Ciudad Nueva, donde se aplazó la medida de coerción contra los hermanos Antonio y Maribel Espaillat, propietarios de la discoteca Jet Set, fue más que un simple trámite legal. Fue el reflejo palpable de una tragedia que sigue dejando heridas abiertas, y donde el clamor de las víctimas resuena con una exigencia clara: una justicia que vaya más allá de lo «involuntario».

Mientras Maribel Espaillat era trasladada visiblemente decaída y medicada, y Antonio Espaillat mantenía una postura serena bajo escolta, el Tribunal Colegiado se enfrentaba no solo a un aplazamiento por falta de notificación a la defensa, sino a una compleja maraña de dolor humano y debates legales cruciales. La audiencia fue reprogramada para el próximo miércoles a las 11:00 de la mañana, dando un plazo hasta hoy lunes para que las 30 nuevas querellas de las víctimas puedan ser depositadas y conocidas por todas las partes.

La voz de los afectados: Un trauma que no cesa

El procurador adjunto Wilson Camacho, titular de la Dirección de Persecución del Ministerio Público, no dudó en calificar el comportamiento de los Espaillat como «negligente, irresponsable y una muestra absoluta de desprecio a la vida humana». Con más de 130 medios de prueba y la confirmación de intimidación a testigos, el Ministerio Público sostiene su petición de prisión preventiva para Antonio y arresto domiciliario para Maribel. «Dos personas prefirieron poner sobre la vida y seguridad de sus clientes, sus intereses personales”, sentenció Camacho.

Pero el corazón de este caso late en el testimonio de quienes sobrevivieron o perdieron a sus seres queridos. Aracelis Santana, en silla de ruedas, expresó el trauma persistente: “Uno no puede dormir en paz, estar en paz. Yo recuerdo todo, muchos gritos, mucho auxilio, todo oscuro…”. Crismarlin Encarnación, con fracturas graves, resumió el sentir colectivo: «lo único que pido es que se haga justicia”. Sus palabras no solo buscan castigo, sino reconocimiento del profundo sufrimiento causado por una tragedia evitable.

¿Homicidio involuntario o dolo intencional? El nudo de la controversia

Un punto central en este caso es la calificación jurídica del delito. Mientras el Ministerio Público persigue el homicidio involuntario, los abogados de las víctimas, como Félix Portes, han interpuesto querellas bajo la figura de homicidio voluntario y dolo intencional.

Portes argumenta que, aun sin la intención directa del desplome, los propietarios «conocían de las circunstancias de los peligros y, conociendo esto, asumió los riesgos y continuó promoviendo fiestas». Esta diferencia no es un mero tecnicismo; representa la lucha por establecer si la negligencia fue tan grave y consciente que cruza la línea hacia una forma de dolo, que, de ser aceptada, podría sentar un precedente significativo para la responsabilidad empresarial en República Dominicana.

El caso, declarado como complejo por la cantidad de víctimas, no solo busca determinar la culpabilidad, sino también enviar un mensaje contundente sobre la importancia de la seguridad y el respeto por la vida humana en espacios públicos. La sociedad dominicana observa, esperando que este trágico evento marque un antes y un después en la aplicación de la justicia.