Elon Musk sigue promoviendo su filosofía de trabajo extenuante y ahora la aplica en el Departamento de Eficiencia Gubernamental (DOGE), donde algunos empleados trabajan hasta 120 horas semanales, mientras que otros funcionarios apenas cumplen una jornada de 40 horas.
El empresario ha defendido este modelo como clave para reducir el gasto público y aumentar la eficiencia. En su cuenta de X (antes Twitter), criticó que la mayoría de los burócratas no trabajan los fines de semana, lo que considera una oportunidad desaprovechada:
“Muy pocos en la burocracia trabajan el fin de semana, así que es como si el equipo contrario simplemente abandonara el campo dos días. Trabajar el fin de semana es un superpoder”, escribió.
Sin embargo, la medida ha generado controversia. Mientras sus seguidores lo apoyan por optimizar los recursos del gobierno, sus detractores lo acusan de promover una cultura laboral insostenible, donde la productividad se impone sobre el bienestar de los trabajadores.
Musk y su defensa del sacrificio laboral
El empresario no es ajeno a este tipo de exigencias. Durante su liderazgo en Tesla, aseguró que dormía en la fábrica para dar el ejemplo. Lo mismo ocurrió cuando adquirió X en 2022, donde llegó a instalar camas en la oficina para que los empleados pudieran dormir en el trabajo.
Ahora, con el DOGE, Musk pretende recortar hasta dos billones de dólares en gastos federales. Según la agencia, ya han logrado un ahorro de 105 mil millones de dólares, aunque la falta de transparencia impide verificar esta cifra.
La política de Musk también prohíbe el teletrabajo, obligando a los empleados a gastar más tiempo en traslados. Además, con solo 48 horas libres a la semana, apenas tienen tiempo para descansar o convivir con sus familias.
El debate sobre el trabajo extremo
Musk no es el único magnate que defiende jornadas maratónicas. Jack Ma, fundador de Alibaba, promovió el sistema “996”: trabajar de 9:00 a. m. a 9:00 p. m., seis días a la semana.
“Si no trabajas 996 cuando eres joven, ¿cuándo podrás?”, preguntó Ma en 2019.
Estas posturas han reavivado el debate sobre los límites del trabajo extremo y si realmente mejora la productividad o solo afecta la calidad de vida de los empleados.