SANTO DOMINGO, RD.– En la búsqueda de una pérdida de peso rápida o una mejora de la salud instantánea, miles de personas recurren a dietas extremadamente restrictivas, basadas en la privación calórica o la eliminación de grupos enteros de alimentos. Sin embargo, más allá de los números en la balanza, estas prácticas conllevan un impacto significativo y a menudo ignorado en la salud emocional, según advierten especialistas y estudios recientes.
Daño emocional: Ansiedad, depresión e irritabilidad en aumento
Cada vez más investigaciones, como la publicada en BMJ Nutrition Prevention & Health, revelan que la reducción drástica de calorías o nutrientes no solo provoca la pérdida de peso, sino también una preocupante inestabilidad emocional. Las personas, especialmente si tienen sobrepeso, que adoptan dietas de fuerte restricción calórica, reportan niveles más altos de síntomas depresivos en comparación con quienes no hacen dieta o eligen planes más balanceados.
Esta conexión entre una dieta rígida y el malestar emocional se intensifica cuando se eliminan alimentos ricos en nutrientes cruciales para el cerebro, como los ácidos grasos omega-3, proteínas y vitaminas del grupo B. La falta de energía también reduce la motivación, aumenta la irritabilidad y el ánimo se desploma fácilmente. La promesa de un adelgazamiento rápido puede tener un costo emocional muy alto.
Factores que vinculan dieta y estado de ánimo: Más allá de comer menos
El funcionamiento óptimo del cuerpo y el cerebro depende de una nutrición adecuada. La deficiencia de micronutrientes como omega-3, vitamina B12 y proteínas altera la química cerebral, afectando la producción de neurotransmisores clave como la serotonina y la dopamina. Esto puede manifestarse en cansancio, dificultad de concentración y sentimientos de tristeza.
Además, el estrés constante por seguir reglas alimentarias estrictas, el conteo obsesivo de calorías y la culpa por incumplir el plan generan un desgaste mental significativo, debilitando la autoestima. Esta presión crónica convierte la meta de bajar de peso en una fuente de frustración y fracaso, pudiendo desencadenar episodios de ansiedad y depresión.
Vulnerabilidad por género y perfil de riesgo
La respuesta a una dieta restrictiva varía entre individuos. Las mujeres jóvenes y adolescentes son particularmente sensibles a la presión social sobre la imagen corporal, mientras que en los hombres, la búsqueda de masa muscular o delgadez extrema puede ocultarse tras conductas aceptadas socialmente como el ejercicio excesivo, pero con efectos negativos similares.
Personas con antecedentes de baja autoestima, adolescentes expuestos a modelos de belleza inalcanzables en redes sociales, o individuos con sobrepeso y obesidad que sienten mayor presión para transformar su cuerpo, muestran una mayor vulnerabilidad. En estos grupos, los efectos emocionales suelen ser más agudos y duraderos, pudiendo llevar a trastornos alimenticios graves.
Riesgos físicos y psicológicos: Un ciclo perjudicial
Las consecuencias de una restricción severa no son solo emocionales. Físicamente, el cuerpo sufre pérdida de masa muscular, alteraciones metabólicas, deficiencias de micronutrientes (calcio, hierro, zinc, vitamina D) y desequilibrios hormonales. Estos problemas físicos, a su vez, retroalimentan el malestar emocional: fatiga, irritabilidad e insomnio son comunes. Con el tiempo, la obsesión por la comida puede derivar en trastornos como anorexia, bulimia o atracones, acompañados de depresión y ansiedad.
El cuerpo interpreta la restricción continua como una amenaza, activando mecanismos de defensa que dificultan la pérdida de peso y crean una sensación de estar atrapado en un círculo vicioso. Muchas personas caen en el patrón de empezar una dieta, privarse, ceder a la tentación, sentir culpa y volver a restringir, lo que deteriora la relación con la comida y la autoestima. A largo plazo, esto aumenta el riesgo de trastornos alimenticios severos y el miedo a recuperar peso, convirtiendo la comida en un enemigo.
Estrategias para una salud integral: Prevención y enfoque multidisciplinar
La clave para evitar estos extremos es la prevención. Contar con la guía de un profesional de la nutrición y la salud mental es fundamental para diseñar planes de alimentación realistas, que aporten todos los nutrientes esenciales y se adapten a las necesidades individuales.
Es crucial abandonar el enfoque punitivo hacia el cuerpo, fomentar una relación más amable con la comida y trabajar en la gestión emocional. Aprender sobre educación nutricional, reconocer las señales de hambre y saciedad, y evitar comparaciones constantes con modelos irreales de belleza, pueden marcar una diferencia profunda en el bienestar.
Un enfoque multidisciplinar, con la intervención de nutriólogos, psicólogos y médicos, no solo ayuda a controlar el peso, sino que protege la estabilidad emocional y la calidad de vida. Cultivar el respeto por el propio cuerpo y valorar la salud de forma integral conduce a cambios más sostenibles, duraderos y positivos.