La burundanga, también conocida como escopolamina, es una droga psicotrópica con efectos peligrosos que han sido explotados por criminales. Esta sustancia induce una parálisis mental en quienes la consumen, dejándolos totalmente sumisos a las órdenes de otra persona.
Conocida por su alto nivel de toxicidad, la escopolamina es un alcaloide que se encuentra en diversas plantas, utilizadas históricamente en rituales de chamanismo y brujería.
Uno de sus efectos más temidos es su capacidad hipnótica y sedante, que puede durar varias horas, convirtiéndola en una herramienta ideal para delincuentes.
Al ser prácticamente indetectable por su falta de olor o sabor, se puede administrar fácilmente en alimentos, bebidas o incluso inhalarse, lo que complica su prevención.
Aunque es conocida por su uso ilícito, la escopolamina también tiene aplicaciones en la medicina, siempre bajo estricta supervisión y en dosis extremadamente pequeñas. Se utiliza para tratar afecciones como mareos, espasmos, y el Parkinson, e incluso como analgésico local. No obstante, su mal uso puede provocar graves consecuencias, como delirios, convulsiones, coma e incluso la muerte.
Según el médico toxicólogo Carlos Damin, la escopolamina se absorbe con mayor facilidad cuando se administra por vía oral, comúnmente mezclada en dulces, bebidas o licores.
También puede administrarse a través de inhalación o por contacto prolongado con la piel en condiciones específicas de temperatura y humedad.