La Organización Mundial de la Salud (OMS) advierte que las cifras concernientes a esta patología continuarán creciendo y , por si fuera poco, las estimaciones apuntan a que para 2035 aproximadamente 1.900 millones de personas (casi el doble que actualmente) sufrirán de sobrepeso y obesidad en el planeta.
La obesidad es una crisis de salud global que los expertos de la organización califican como “predecible y prevenible”, por lo que instan a todos los gobiernos a adoptar medidas urgentes.
Qué es la obesidad
La obesidad se define como aquella acumulación anormal o excesiva de grasa en el cuerpo.
Eso sí, obesidad y sobrepeso no son sinónimos. Un índice de masa corporal (IMC) superior a 25 se considera sobrepeso, y superior a 30, obesidad.
Sea como sea, en ningún caso se trata de una opción de vida: el exceso de grasa acaba depositándose en casi todos los órganos del cuerpo, dando lugar a múltiples enfermedades asociadas como pueden ser:
- Diabetes tipo 2.
- Hipertensión arterial.
- Apnea del sueño.
- Hígado graso.
- Deterioro cognitivo.
- Insuficiencia cardíaca y renal.
- Cáncer.
De hecho, hasta ahora, la obesidad se ha asociado al desarrollo de 13 tipos de cáncer.
¿Qué factores la determinan?
Esta enfermedad viene determinada por múltiples factores:
- Biológicos
- Genéticos
- Ambientales
En muchos casos, como señala la plataforma World Obesity Day (WOD), estos factores no se pueden controlar. O lo que es lo mismo, la opción “come menos, muévete más” puede que no sea, por si sola, una opción suficiente para perder peso.
Se calcula que nuestros genes son entre el 40 y el 70 % responsables del desarrollo de esta enfermedad.
Desde la Sociedad Española para el Estudio de la Obesidad (SEEDO) insisten en que se debe dejar de estigmatizar esta patología, que cuenta con un fuerte rechazo social.
Los pacientes se ven obligados a vivir situaciones injustas en su día a día como las mofas continuas o el aislamiento social que inciden en su autoestima y pueden llevarles a desarrollar enfermedades mentales como la depresión.
Países obesos: ni ricos ni concienciados
Lo que tampoco se puede negar es que el estilo de vida y las dietas influyen en la salud. De ahí que cada país presente su propia tasa de obesidad sin que haya una correlación directa entre ésta y la situación económica.
Así, y en contra de lo que se creía, los países donde la obesidad es una patología frecuente no son necesariamente los más ricos o los más desarrollados.
Países con economías pequeñas, como Nauru, Palau, Islas Marshall, Tuvalu y Tonga, encabezan desde hace años la lista. La causa reside en que casi todos los alimentos que se consumen en estas naciones insulares del Pacífico son importados y, por tanto, caros.
Para sus habitantes, la opción es llenarse de calorías vacías con comida basura o frita, sin dejar pasar tampoco el interés de muchos de ellos por imitar conductas norteamericanas.
Mejores tasas de obesidad
Bangladesh y Vietnam encabezan. por el contrario, el ranking, con las tasas de obesidad más bajas del planeta, entre el 3,6 % al 2,1 %.
Con dietas en las que abundan vegetales y productos frescos, el problema radica sin embargo en el número de ciudadanos desnutridos y con bajo peso.
Los expertos señalan no obstante que la educación en materia de alimentación es fundamental para la salud de un país.
Y aquí los países ricos tienen mucha ventaja, al contar con recursos para implementar programas, campañas e iniciativas que contribuyan a crear conciencia de conductas saludables.
Ejemplo de ello es Japón, un país que más allá de poseer una dieta en la que abundan vegetales y productos frescos, apuesta por la educación sobre nutrición desde los primeros años preescolares hasta secundaria.
El resultado es que el país nipón no sólo tiene los ciudadanos más longevos, sino que su tasa de sobrepeso es también una de las más bajas del mundo.
Ganarle la batalla a la obesidad
Para luchar contra la obesidad, la OMS ya la declaró en 1995 una enfermedad, para que se la contemple como un programa de salud pública que requiere una importante actuación preventiva.
En este sentido, la lucha contra la obesidad infantil y juvenil debería encabezar las agendas de las políticas sanitarias para frenar de esta manera su progresión, según apuntan desde la SEEDO.
Especialistas y agentes sociales coinciden en afirmar también que la inversión en investigación siempre tendrá un efecto positivo a nivel socioeconómico.
Un estudio realizado por la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) señala que en España la obesidad como patología reduce en un 2,6 años la esperanza de vida y es responsable del 9,7 % del gasto sanitario.
De lo que se deduce que por cada euro invertido en la prevención de la obesidad en España se recuperarían seis, un desafío para el que, a lo peor, ya llegamos tarde.