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La lección olvidada

Por Henry M. Domínguez

Entre las lecciones más valiosas que uno puede aprender en la vida está la de tolerar y respetar a aquellos que piensan diferente, e incluso a quienes, en algún momento, se posicionan como nuestros contrarios. Este principio cobra aún más relevancia cuando se aplica a la política, donde las divisiones y diferencias son naturales.

Para ilustrar esta idea, enfoquémonos en dos contiendas presidenciales clave en Estados Unidos: la de 2008 entre el senador John McCain y el entonces senador Barack Obama; y la de 2012, cuando el presidente Obama buscaba su reelección contra el exgobernador Mitt Romney. Si alguien se pregunta por qué hablamos de estas dos y no de las elecciones más recientes, es posible que no estén prestando suficiente atención al contexto. Quienes vivieron esos momentos o han revisado los videos disponibles (como lo hice yo), pudieron ver debates presidenciales llenos de diferencias, pero también de un respeto que merece ser celebrado.

Un ejemplo destacado ocurrió durante un mitin de John McCain en 2008. Mientras hablaba, una seguidora tomó el micrófono y, refiriéndose a Obama, lo llamó «árabe» en tono peyorativo, insinuando desconfianza por su origen. McCain, sin titubear, la corrigió de inmediato, diciendo: «No, señora. Él es un buen hombre de familia, un ciudadano decente con el que simplemente tengo profundas diferencias sobre cómo dirigir este país». Este momento quedó grabado como una muestra clara de que, más allá de las diferencias políticas, McCain veía en Obama a un ser humano digno de respeto.

Este tipo de comportamiento no fue aislado. A lo largo de la campaña de 2008, McCain y Obama se enfrentaron en debates encendidos, pero siempre mantuvieron un nivel de decoro que permitía que sus ideas fueran el centro de atención, no los ataques personales. McCain, en su discurso de concesión, elogió a Obama y expresó su deseo de que su presidencia fuera exitosa. Esto no solo demostró respeto hacia su oponente, sino también a la voluntad del pueblo estadounidense.

En 2012, Mitt Romney se enfrentó a Obama en su intento de reelección. Durante los debates, ambos abordaron temas fundamentales para el país. Aunque sus posiciones eran diametralmente opuestas, lo que resaltó fue el tono de las interacciones. Romney, al referirse a Obama, lo hacía con respeto, reconociendo su labor como presidente, aunque entendía que las políticas del mandatario habían fallado. Obama, por su parte, evitó caer en provocaciones y siempre mantuvo una postura de respeto hacia Romney. Esto no solo reflejó su propio carácter, sino que elevó el tono de la contienda electoral.

El respeto mutuo quedó claro en la manera en que ambos hablaron sobre sus diferencias y cómo, al final, se reconocían como líderes comprometidos con el bienestar del país, aunque sus caminos para llegar a ese bienestar fueran distintos.

Lo que estos momentos nos enseñan va mucho más allá de la política; son lecciones aplicables a cualquier ámbito. El respeto hacia quienes piensan diferente no solo te ayuda a ganar la consideración de tus contrincantes, sino que también puede ganarte los corazones de quienes te observan. Al demostrar que puedes mantener la decencia y el respeto, te conviertes en un ejemplo de integridad y liderazgo.

Liderar desde el respeto y la tolerancia es una virtud esencial en cualquier entorno, ya sea en la política, en los negocios o en la vida cotidiana. Es posible defender nuestras ideas sin perder la humanidad ni el respeto.

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