Damasco – Con la caída del régimen de Bashar al-Assad tras 14 años de poder, todas las miradas se centran en Ahmad al-Sharaa, más conocido como Abu Mohammed al-Golani. Líder del grupo insurgente Hayat Tahrir al-Sham (HTS), al-Sharaa ha protagonizado una sorprendente evolución: de extremista vinculado a Al Qaeda a un político en busca de reconocimiento internacional y pluralismo.
El derrocamiento de Assad el pasado domingo marcó un punto de inflexión en la historia moderna de Siria. La huida del presidente dejó un vacío político y un país fragmentado, donde diversas facciones armadas y potencias extranjeras buscan definir el futuro de la nación. En este complejo escenario, al-Sharaa y su grupo emergen como actores clave.
De extremista a constructor de un Estado
Ahmad al-Sharaa, de 42 años, inició su trayectoria como combatiente en Irak, donde se unió a grupos extremistas que luchaban contra las tropas estadounidenses tras la invasión de 2003. Fue detenido por el ejército de Estados Unidos y permaneció en Irak, donde se vinculó estrechamente con Abu Bakr al-Baghdadi, líder del Estado Islámico de Irak.
En 2011, con el inicio del levantamiento popular en Siria, Al-Sharaa fue enviado por Al Qaeda para formar una rama en el país, conocida como el Frente Nusra. Este grupo, considerado una organización terrorista por Estados Unidos, rápidamente se convirtió en una de las fuerzas insurgentes más influyentes en la guerra civil siria.
A medida que el conflicto avanzaba, al-Sharaa mostró ambiciones más amplias. En 2016, anunció la desvinculación del Frente Nusra de Al Qaeda y rebautizó al grupo como Jabhat Fateh al-Sham (Frente de Conquista de Siria). Posteriormente, en 2017, lideró la fusión de varias facciones insurgentes bajo el nombre de Hayat Tahrir al-Sham (HTS).
Consolidado como el líder más poderoso en la provincia de Idlib, al-Sharaa comenzó un proceso de transformación. Se deshizo de su tradicional atuendo militar y turbante, apareciendo en público con camisas y trajes. En entrevistas, defendió la necesidad de construir instituciones estatales, promover la descentralización y reflejar la diversidad de Siria.
“No juzgues por las palabras, sino por los actos”, dijo recientemente en una entrevista.
Los desafíos de gobernar un país dividido
Con la caída de Assad y la captura de Damasco, HTS se enfrenta ahora a un reto monumental: gobernar un país devastado y profundamente dividido. Siria alberga una amplia diversidad de comunidades religiosas y étnicas, muchas de las cuales temen el retorno de un gobierno islamista radical.
Al-Sharaa ha intentado suavizar esas preocupaciones con gestos hacia las minorías. Ha visitado comunidades drusas y kurdas, y prometido trabajar por un sistema de gobierno inclusivo. Sin embargo, el pasado de HTS y las acciones previas de sus combatientes, incluidos ataques a minorías, generan dudas sobre sus intenciones reales.
El líder insurgente también enfrenta la presión de las potencias extranjeras, como Rusia, Irán, Turquía y Estados Unidos, que tienen intereses en Siria. Además, su designación como terrorista por Estados Unidos y la recompensa de 10 millones de dólares por su captura complican cualquier posibilidad de legitimidad internacional.
Mientras al-Sharaa y HTS intentan consolidar su posición, Siria sigue fragmentada. El noreste está bajo control kurdo, mientras que otras regiones permanecen en manos de facciones respaldadas por diversas potencias extranjeras.
El país enfrenta enormes desafíos para reconstruirse tras más de una década de guerra civil. Con un vacío de poder y la incertidumbre sobre cómo se gobernará Siria, el papel de al-Sharaa será determinante en los próximos meses.