La noche del 15 de noviembre de 2024, millones de usuarios de Netflix vivieron una amarga experiencia cuando la plataforma de streaming colapsó durante la transmisión en vivo de la esperada pelea entre Jake Paul y Mike Tyson. Este evento marcaba el debut de Netflix en la transmisión de grandes eventos deportivos en tiempo real, pero el fallo técnico desató una ola de frustración y críticas a nivel global.
La plataforma no soportó el volumen de espectadores conectados simultáneamente, lo que derivó en problemas de carga, pantallas congeladas y buffering interminable. La caída ocurrió justo cuando comenzaba el evento, dejando a los suscriptores en vilo. A pesar de los esfuerzos técnicos, el daño a la experiencia de los usuarios ya estaba hecho.
La respuesta en redes sociales fue inmediata. En la plataforma X (antes Twitter), los usuarios compartieron memes, críticas y mensajes de enojo, convirtiendo el tema en tendencia global. Comentarios como «Netflix nos falló cuando más lo necesitábamos» reflejaron la frustración generalizada, mientras que influencers y figuras públicas se sumaron al debate, poniendo en jaque la reputación de la compañía.
La incapacidad de Netflix para manejar un evento de esta magnitud expone los desafíos que enfrenta al incursionar en el mercado de transmisiones en vivo, un terreno dominado por empresas con experiencia en manejar altas demandas de tráfico. Aunque la compañía emitió un comunicado prometiendo solucionar los problemas, este incidente plantea dudas sobre su preparación técnica para competir en este segmento.
Este desastre técnico plantea una interrogante clave: ¿Debería Netflix continuar apostando por los eventos en vivo? Si bien las transmisiones deportivas en vivo representan una oportunidad de diversificación, también implican desafíos logísticos que podrían comprometer su reputación.